Las
expediciones militares que arribaban a la Nueva España fueron pagadas por
quienes participaban en ellas, por tanto decidieron que en recompensa de su
labor sería justo repartirse México como un botín, así Hernán Cortés había
reservado para él la zona de Otumba – Tepeapulco y de Ecatepéc – Tizayuca y un
vasto territorio al sur de la Ciudad de México.
En
los tiempos de la conquista, la religión, que en las sociedades prehispánicas
había sido un elemento esencial para dominar grandes grupos humanos, servía
también a los españoles en la colonización de los pueblos indígenas, bajo la
justificación de su conversión al cristianismo, ya que los frailes no solo
buscaban adiestrar a los indios en nuevas artes, sino que tenían que ganarlos
como nuevos fieles a la religión o como se decía antes, a evangelizarlos.
El
arribo de los españoles abrió una etapa histórica decisiva en la evolución del
Estado. Las relaciones sociales y económicas cambiaron. Un nuevo orden político
y una nueva religión se impusieron. Nacía una nueva cultura. La imposición
costó grandes y penosos sacrificios a los grupos indígenas conquistados.
También significó riesgos, arrojo y tenacidad a los conquistadores. Un ejemplo
del esfuerzo patente lo protagonizaron los frailes que predicaban el
cristianismo. Este proceso de sometimiento y resistencia dio como resultado una
cultura mestiza, muchos de cuyos rasgos caracterizan actualmente a la sociedad
hidalguense.
Después
del enfrentamiento inicial, los conquistadores se adueñaron de las riquezas o
de las fuentes que podían producirlas, esto es, de la tierra y del trabajo
indígena.
Fotografía Hidalgo Tierra Mágica
Fotografía Hidalgo Tierra Mágica
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