En
1553, el rico comerciante sevillano Bartolomé de Medina pisó suelo mexicano y
venía dispuesto a poner en práctica una nueva forma de beneficiar metales. En
poco tiempo se trasladó a Pachuca, cuya riqueza en minas de plata había sido
denunciada apenas un año antes, se estableció en un sitio que llamaría de la
Purísima Concepción, situado en las faldas del cerro de la Magdalena y a
orillas del río de las Avenidas.
Dos
años más tarde, Bartolomé de Medina descubrió que la mejor manera de aplicar su
sistema era en grandes patios, donde se podía revolver el mercurio con sal
común. Para luego amalgamarlos con el mineral y que éste dejase libre a la
plata. Así, nació el método de la amalgamación, que pronto se hizo popular en
todas las minas de México y aún en las de Sudamérica y Europa.
A
principios del siglo XVIII, cuando la mayoría de las minas de Pachuca y Real del Monte estaban inundadas, los trabajos paralizados y con una escasez
ficticia de mercurio, los pueblos de la región fueron despoblándose poco a poco
y los trabajadores fueron emigrando a otras zonas mineras donde la crisis no
era tan grande; es entonces cuando hace su aparición el empresario capitalista
José Alejandro Bustamante y Bustillo, quien llega dispuesto a desaguar los
tiros inundados y ponerlos a trabajar, a condición de volverse propietario de
todas las minas que se beneficiaran con su tarea.
En
septiembre de 1743, Bustamante y un comerciante español de nombre Pedro Romero
de Terreros firmaron un contrato para trabajar conjuntamente en el desagüe de
las minas. Así, en el año de 1762, comenzó la segunda época de oro de la
platería hidalguense. Atraídas por la nueva fama de las minas hidalguenses
regresaron los trabajadores que habían emigrado de ellas. El distrito de
Pachuca pronto tomó el cuarto lugar en la Nueva España por la cuantía de su
plata, solo superado por los distritos de Guanajuato, Real de Catorce y
Zacatecas.
Fuente: Enciclopedia del Estado de Hidalgo